En el oeste de Buenos Aires, se propone el desafío de realizar una vivienda con un ancho máximo de 2 metros. Adosada a una vivienda existente en un espacio residual, este proyecto se desarrolla en 2 metros de ancho por 7 metros de fondo y 7 metros de alto. El diseño requiere una respuesta individual y sensible, explotando al máximo recursos naturales como la luz y la noción vertical. Los ambientes se dispusieron en forma encolumnada, priorizando un espacio central de triple altura con luz cenital. La vivienda incluye cocina, comedor, estar, depósito, baño, dormitorio y estudio, adaptándose a los límites urbanos. La fachada minimalista cumple funciones reglamentarias de ventilación, permitiendo que la vivienda se abra hacia el contrafrente. El blanco y la madera armonizan las funciones en los espacios reducidos, ofreciendo una estética coherente y acogedora. Con 5 niveles que alcanzan los 40 m², esta alternativa ofrece una experiencia de habitabilidad rica y multifuncional. En un momento de crisis habitacional y de recursos, los arquitectos deben usar la creatividad para ofrecer soluciones funcionales que mejoren la calidad de vida y maximicen el uso eficiente del espacio y los materiales. La clave del proyecto es optimizar el espacio y enriquecerlo con espacialidad, aprovechando las condiciones urbanas de frente, contrafrente y altura.
